Tengo buenas ideas pero no sé qué hacer con ellas

A menudo nos da la impresión de haber tenido una gran idea para un relato, novela, poesía… pero no sabemos cómo plasmarla en el papel. Para solucionarlo, lo primero que tenemos que saber es qué tipo de idea tenemos: ¿es un personaje? ¿una trama? ¿un tema? ¿un lugar? En cualquier caso necesitaremos algo más para escribir, más elementos para conformar la obra completa. Así como una chispa puede encender un gran fuego, nuestra idea debe prender y convertirse en algo más grande, así que démosle combustible: piensa un momento en tu personaje (o cualquier otro elemento) y hazte preguntas sobre él. Aquí tienes algunos ejemplos:
- Para un personaje: ¿por qué es como es? ¿cómo viste? ¿qué hace durante un día normal? ¿qué tipo de relaciones mantiene? ¿tiene una manera específica de hablar? ¿qué persigue?
-Para un escenario: ¿dónde está? ¿lo consideran sus habitantes o vecinos como un lugar hermoso, temible, horrendo…? ¿quién vive en él? ¿se podría encuadrar en algún momento de la historia?
-Para una trama o acontecimiento: ¿cómo se ha llegado a esta situación? ¿la ha provocado alguien? ¿por qué? ¿por qué es importante?
Plantearse y tratar de responder estas u otras preguntas es lo que se llama «vestir» una idea, darle toda una serie de elementos adicionales que nos ayuden a articular una historia. Por ejemplo, al preguntarnos qué tipo de amigos tiene nuestro personaje o cuál es su trabajo, estamos ya creando nuevos personajes e incluso un pequeño escenario.
Si, por el contrario, lo que tenemos es un tema general sobre el que queremos escribir pero no sabemos cómo hacerlo, las preguntas serán distintas, porque en lugar de buscar elementos explícitos desde otros igualmente literales, tenemos que encontrarlos desde una idea. Aun así, la técnica viene a ser la misma: hacerse preguntas. Vamos a poner un ejemplo para escribir sobre la traición: traicionar es una acción, así que… ¿Quién traiciona a quién? ¿por qué? ¿Cómo lo sabemos nosotros? ¿Lo saben los implicados o algún tercero?, etc.
En cierto modo, desarrollar una idea es cuestión de jugar a ser niño (tener uno a mano, de hecho, puede ser de ayuda), a preguntarlo todo, incluso cuál es el plato favorito de nuestro personaje o cómo es el clima de nuestro escenario, porque cuantas más preguntas nos hagamos más viva estará nuestra historia, más verosimilitud tendrá, como cuando se pinta: al principio hacemos grandes pinceladas y luego vamos perfilando.

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