Géneros narrativos 5. Crímenes y misterio

La novela negra es uno de los géneros más populares, ya que engancha desde la primera línea y mantiene activa la mente del lector mediante la continua aparición de pistas o personajes susceptibles de ser la solución al misterio.
Nuestra principal arma en este tipo de novela será la trama, y para hacerla más interesante deberemos esconder los pensamientos de los personajes; por lo tanto, el narrador que menos nos conviene es el omnisciente. De hecho, si realmente queremos que el lector se sumerja en la historia, deberíamos convertirle en el personaje que esté tratando de desentrañar el misterio, y ésto sólo se consigue con un narrador-personaje o uno de cámara al hombro, que funciona en tercera persona pero sólo da cuenta de lo que ve y oye nuestro personaje principal, como si fuera una película.

Al no tratarse de una narración de tipo omnisciente, no se podrán exponer directamente los pensamientos del investigador; por lo tanto, necesitamos que el personaje hable. Hay multitud de formas para que esto suceda: cartas, pensamientos en voz alta… Pero sin duda la más utilizada es el personaje secundario: un personaje que acompañe al investigador y escuche todas sus teorías. Normalmente será un poco segundón, aunque podemos hacer que estén a la misma altura, como sucede en series policíacas al estilo de CSI, en la que todos los investigadores forman un equipo.

Trama
El corazón de una novela de misterio es la trama: debe ser interesante y estimular la imaginación del lector hasta llegar a un final sorprendente. Diseñar una trama de este tipo puede ser complicado, por eso aquí te damos algunos consejos básicos para hacerlo más sencillo:
1. Debe quedar claro desde el principio cuál es el misterio que se quiere resolver (quién mató al director del banco, por qué aparecen fantasmas cada noche de luna llena…)
2. Las pistas para resolver ese misterio aparecerán poco a poco, como miguitas de pan que dejamos para que el lector vaya formando su teoría.
3. Siempre debe quedar una carta bajo la manga hasta el final: si el final resulta obvio, habremos perdido al lector.
4. No todas las pistas tienen por qué conducir a la resolución del misterio: puede haber alguna que sirva para ampliar nuestro conocimiento de los personajes, o incluso para desafiar la lógica del investigador.
5. El investigador también se equivoca: a veces las pistas son poco claras y el investigador no las interpreta de manera correcta, aunque siempre tiene que ser de manera razonable.
6. Siempre debe haber una intención detrás de los hechos: salvo que nuestro asesinato, secuestro, etc. sea un puro accidente, el culpable siempre tendrá un motivo para llevarlo a cabo.
7. El lector no debe tener la sensación de que se le ocultan datos: evidentemente, no podemos desvelar todo el misterio en la primera página, y el lector sabe que no tendrá todos los datos hasta el final, pero no podemos ser demasiado descarados a la hora de esconder información.

Personajes
El investigador de una novela negra o de misterio puede ser cualquiera: un niño, una persona mayor, un policía, un detective, el barrendero cotilla… Lo único que tiene que cumplir para ser un buen investigador es tener un ingenio que sorprenda al lector (que haga que la historia se mueva de una manera que al lector no se le hubiera ocurrido) y una personalidad atrayente (esto se suele conseguir dotándole de ciertos vicios, malas actitudes, problemas con la ley, etc., aunque también puede arreglarse con un protoipo de investigador poco usual, como el mencionado barrendero cotilla).
Nuestro investigador necesita hablar para comunicar sus descubrimientos, así que necesita uno o varios compañeros que compartan su  aventura. Normalmente, buscaremos que este secundario sea un contrapunto para los defectos y las virtudes de nuestro personaje investigador, es decir, que si el detective siempre tiene mal humor, su compañero será alegre; si es maleducado, será una persona buena; si es demasiado listo y sus pensamientos van demasiado rápido, el compañero será un poco más lento, y preguntará a nuestro investigador todo lo que el lector necesita saber. En cierto modo, este último tipo de compañero es el que sirve de mediador entre el investigador (que ya lo sabe todo y a veces se embala) y el lector (que necesita que le expliquen qué está pasando y por qué el investigador hace lo que hace).

Final
Al final de la novela, todo debe resolverse: todas las pistas deben adquirir su sentido verdadero y deben encajarse todas las piezas. Hasta este momento, el lector ha ido recibiendo pistas y se habrá formado una teoría, pero lo ideal es que ésta no sea la correcta: nuestro investigador debe haber averiguado algo más que se haya expuesto de manera sutil pero cobre importancia al final (una pista que se desestimó en un primer momento, un objeto que ha aparecido como de pasada…). Así mantendremos la tensión y la atención de los lectores hasta la última página.

Excepciones a la regla
Por supuesto, todos estos consejos pueden desobedecerse (no todos a la vez, pero sí alguno de ellos): el asesino también puede ser el protagonista; el final del misterio puede ser el principio de la novela, en la que se irán desarrollando los hechos que han llevado a esa situación; el investigador puede ser un tanto insulso, e incluso tener una lógica poco agraciada, si sabemos manejarlo. La novela de misterio tiene infinitas posibilidades, y no todas pasan por obedecer las normas a rajatabla. Después de todo, lo que buscamos es sorprender.

Una novela negra o de misterio es como un laberinto por el que vamos guiando al lector, a veces de manera correcta y otras de manera equivocada, hasta llegar a un final sorprendente en el que entendemos el diseño de la ruta.


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