Muchas veces se dice de la literatura romántica que sólo gusta a mujeres, pero no es cierto: cualquiera puede disfrutar de un romance, y la prueba irrefutable es lo difícil que es encontrar novelas o películas que no tengan alguna trama amorosa, aunque sea de fondo. Con esto se demuestra además que la literatura romántica no tiene por qué ser exclusiva, sino que puede mezclarse con cualquier otro género; y es que el amor es el tema más recurrente en la historia del arte; sin embargo, parece que no nos cansamos de él: es un recurso seguro; eso sí, siempre que lo utilicemos bien.
El principal objetivo de la literatura romántica es hacer sentir al lector lo mismo que siente nuestro personaje principal, debemos convencerle de que realmente le gusta ese chico tímido, o la chica despampanante que siempre sale voluntaria en clase de gimnasia. Como para cualquier otro sentimiento que queramos transmitir, nuestros mejores aliados son los sentidos: ellos son la vía más directa al subconsciente del lector.
Según sea nuestra intención, optaremos por unos recursos distintos: si simplemente queremos una escena romántica “al uso”, la clave estará en ver al personaje como lo haría alguien enamorado: idealizado, fijándose detalles en los que el resto del mundo no ha reparado… Podemos transmitir esa sensación basándonos en cualquier acción: un roce casual, la forma en la que come, cómo extiende el mantel sobre la mesa... Todo vale mientras esté idealizado. Para hacernos una idea más visual, sería como verlo todo a cámara lenta, en alta definición y mucho más brillante y colorido que la realidad. Por otro lado, si lo que queremos es una parodia, podemos exagerar esos rasgos hasta que todo sea ridículamente lento y los colorines parezcan producto de drogas alucinógenas; también podemos valernos de nuestra autoridad sobre los personajes para hacer que nuestro enamorado se sonroje o se pegue contra una farola de la manera más vergonzosa posible.
Sorprender con una trama amorosa es difícil. No en vano, es el tema más recurrente en la historia del arte, y casi todo está ya inventado. Sin embargo, eso no quiere decir que no quede nada que hacer. Al igual que en la literatura de terror, de la que hablábamos hace poco, el verdadero peso de la literatura romántica está en el sentimiento: si podemos narrar eso bien, no necesitamos tramas estrambóticas que, o bien están ya inventadas, o bien son demasiado enrevesadas (al menos, para una obra en la que la trama romántica no sea la protagonista).
Erotismo
Con la literatura romántica viene muchas veces la erótica. Hay muchas formas de entender la literatura o las escenas eróticas; aquí vamos a hablar de las tres que hemos considerado más representativas, aunque la línea entre ellas es difusa, y podemos jugar con varias a la vez:
- Sensualidad. Una escena sensual puede ser simplemente ver cómo una persona hace algo totalmente habitual (planchar, hacer los deberes, cerrar un cajón…) a través de los ojos de un enamorado. La sensación que transmite es de adoración y adicción, porque quien la presencia no puede apartar la vista. La sensualidad, por tanto, se basa en cómo narremos una acción, sea cual sea.
- Pornografía. Así como la sensualidad puede transmitirse a cualquier nivel, en este punto ya estaríamos hablando de sexo más o menos explícito. Las descripciones son más exactas, aunque pueden ser también elegantes y sutiles según el tono que queramos darle. En este punto hay que aclarar que una escena no es mejor ni peor por ser más o menos explícita: todo dependerá de cómo la contemos y de la pertinencia, tanto dentro del contexto de la novela como de nuestra manera de escribir.
- Obscenidad. Este concepto tiene más que ver con la transgresión de lo que se considera moral, por lo que no tiene por qué relacionarse estrictamente con lo sexual; por tanto, lo obsceno nace con la intención de escandalizar al lector. Desgraciadamente, nuestra larga tradición de literatura erótica ya ha dejado pocas barreras que romper, por lo que, antes de acometer una escena de este estilo, debemos pensar muy bien si de verdad queremos que el lector perciba nuestro texto como una provocación a su orden moral y cómo vamos a hacerlo, teniendo en cuenta la cultura de nuestros lectores.
La literatura romántica, como la de terror, pone el acento en conmover a los lectores, hacerles sentir, en este caso, que están enamorados. Por ello, debemos trabajar la empatía con ese personaje que siente mariposas en el estómago y, sobre todo, huir de los tópicos: en tramas amorosas ya está casi todo escrito, así que nuestra principal arma será la forma de narrarlas.
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