La herramienta «Estilos» de Word

La tarea de dar forma a un texto dentro de una pantalla o una hoja de papel no debería ser tan difícil con las herramientas informáticas con las que contamos hoy; sin embargo, muchas veces se nos hace un poco cuesta arriba aplicar todos los formatos (tipo y tamaño de fuente, interlineados, negritas, cursivas...) a cada fragmento de texto. Por suerte, muchos procesadores de texto cuentan con una herramienta que nos hace mucho más fácil organizar los textos y aplicar los formatos que elijamos con muy poco esfuerzo: los estilos. En esta entrada hemos decidido utilizar el programa Microsoft Word (2013) para mostraros cómo funciona:

Antes de empezar a volvernos locos con los tamaños y tipos de letra o por otras características gráficas que queramos darle al texto, tendremos que definir muy bien su estructura: qué son títulos, cuántos niveles hay, qué fragmentos corresponden a citas o notas al pie, etc. Lo ideal para empezar a hacer esto sería contar con el texto en formato plano, es decir, sin formatos previos (suficientes nos dará después Word). Para conseguirlo, al pegar el texto hemos utilizado clic derecho y hemos seleccionado el icono «Mantener solo texto» dentro del menú «Opciones de pegado»; también podéis pegar y copiar desde el bloc de notas o algún otro editor de texto.
Una vez que tenemos el texto limpio, ya podemos ponernos manos a la obra:
1. Lo primero es activar la vista de calderones pulsando Ctrl+( o el icono correspondiente:



2. Ahora que podemos ver las líneas que hemos ido dejando en blanco, vamos a quitarlas todas:

3. Con los párrafos ya limpios, vamos a empezar a asignar estilos. Por ejemplo, en el texto de la imagen, vamos a asignar los estilos Título 1 y Título 2 a los fragmentos correspondientes (ten en cuenta que en Word los estilos se aplican a caracteres, no a párrafos, así que asegúrate de haberlos seleccionado todos). Por defecto, el programa les dará a esos fragmentos un aspecto determinado. Por el momento, vamos a dejarlo así, hasta que hayamos asignado los estilos a todos los fragmentos del texto.



4. También asignaremos el estilo «Normal» a todos los fragmentos de texto que no sean títulos y, en este caso, el estilo «Cita» a la que aparece en nuestra primera página y al párrafo de autor.




5. Una vez que ya hemos asignado todos los estilos a todo el texto, vamos a aplicar los formatos que más nos gusten. Podemos hacerlo de dos formas:
a) Haciendo clic derecho en el estilo que queramos cambiar y seleccionando la opción «Modificar...». Aparecerá una ventana con opciones para modificar las características del texto. Seleccionaremos las que más nos gusten y pulsaremos «Aceptar». Automáticamente, todos los fragmentos de texto que hayamos seleccionado con el mismo estilo tendrán las características que acabamos de fijar.

b) Si no nos apañamos bien con la ventana de opciones, también podemos modificar como lo haríamos normalmente un fragmento de texto hasta que tenga las características que queramos, con él seleccionado, hacer clic derecho sobre el estilo correspondiente. Seleccionaremos «Actualizar <nombre de estilo> para que coincida con la selección».


Estas son las opciones más básicas de la herramienta estilos. Esperamos que os sean de ayuda para vuestras próximas maquetaciones y os eviten dolores de cabeza con los formatos: como veis, con «Estilos» es muy sencillo dar forma a un texto sin tener que ir cambiando formatos párrafo por párrafo.

Consejos sobre formato de párrafos 2: tamaño de página, tamaño de letra, interlineado, márgenes

Vamos hoy con la segunda entrega de apuntes para el formato de los párrafos en documentos (de todo tipo, no sólo literarios).

1. Tamaño de página

Los trabajos académicos y documentos oficiales normalmente se presentan en papel; por lo tanto, suelen prepararse para imprimir en hojas tamaño A4 (210x297mm). Sin embargo, antes de lanzarnos siempre a por ese formato deberíamos pensar cuál es su destino (siempre partiendo de la base de que no nos hayan dado indicaciones previas).
Si el documento que vas a entregar forma parte de un conjunto (trabajos académicos que el profesor va a recoger, cartas formales, etc.), lo mejor es atenerse al formato mayoritario, para que nuestro documento no se pierda por ser demasiado pequeño ni sobresalga del montón, ya que esto podría hacer que se estropeara. Normalmente, imprimiremos este tipo de escritos en una hoja de tamaño A4 (no folio, que es distinto).
En caso de que lo que vayamos a entregar sea menos formal o de que el documento sea de índole más personal, podemos jugar un poco más con los tamaños del papel. Por ejemplo, si se trata de un libro de relatos cortos que ocupan menos de tres cuartos de página, sería buena idea optar por un formato más reducido: así el papel parecerá más lleno y los relatos mejor distribuidos. El caso contrario, es decir, el de poner tamaños de página mayores que el A4, no es recomendable; al menos, para texto solo: cuanto mayor es la página, más ancho es el renglón y, por tanto, más fácil es perderse al leer, por muy bien que hayamos maquetado el texto.
Todo lo anterior se aplica para documentos impresos, pero, ¿qué hay de los digitales? A veces enviamos cartas, trabajos u otros documentos adjuntos en un correo electrónico. En este caso, debemos pensar, en primer lugar, cómo lo va a leer nuestro destinatario: si es un documento corto, seguramente se lea en pantalla; si tiene más de treinta o cuarenta páginas, lo más probable es que no se vaya a leer en el ordenador, sino impreso o en una tableta más pequeña.
Los documentos cortos se pueden maquetar en tamaño A4: se ajusta bien a cualquier tipo de pantalla de ordenador. Para los más largos, lo ideal sería preguntarle al destinatario cómo lo va a leer. Si no hay mucha confianza, es importante destacar que lo preguntamos para poder ofrecer un documento preparado de la mejor manera posible: así no pareceremos demasiado intrusivos. Si no nos responden claramente o no nos atrevemos a preguntar, siempre podemos enviar el documento en varios formatos que especificaremos en el mensaje. Incluiremos un archivo en A4 como si fuera para imprimir, otro con el mismo tamaño de hoja pero la letra más grande, para leer en pantalla, y un tercero para tableta: una página más pequeña y con una fuente mediana tirando a grande.

2. Tamaño de letra

Para documentos impresos, se aconseja una equivalente a Times News Roman de 12 puntos. Si vamos a utilizar alguna otra fuente, tomad como referencia ese tamaño e intentad equipararlo al de la que hayáis elegido (los 12 puntos no representan el mismo tamaño en todas las fuentes).

3. Interlineado

Cuanto mayor es el renglón, más largo es el recorrido que tenemos que hacer de vuelta para leer el siguiente y, por tanto, más posibilidades hay de que nos desviemos. El espacio entre las líneas nos ayuda a solventar ese problema. Para documentos tamaño A4, se recomienda un interlineado de entre 1,5 y 2 (en Word). La decisión entre una y otra dependerá del tamaño de la fuente que pongamos y de la alineación que hayamos escogido: cuanto mayor es la fuente, mayor tendrá que ser el interlineado para que se vea bien y viceversa; la alineación justificada también necesitará un espaciado mayor que las de bandera o centradas, ya que las líneas serán siempre de la máxima medida.

4. Márgenes

Aquí no vamos a ir tanto a las medidas exactas como a las proporciones. Antes de fijar los márgenes, debemos tener en cuenta los elementos de los que va a constar la página y dónde están situados: encabezados, pies y numeración de página... Todos esos elementos deben tener sus propios espacios y quedar bien separados del texto. Una vez que tenemos esas referencias (que, normalmente, ayudan a fijar los márgenes superior e inferior), tenemos que acomodarlos para que la mancha de texto (la parte donde irá el contenido) quede bien dispuesta. Como puntos generales, siempre procuraremos que:
1. El margen izquierdo (en documentos a una cara) o interior (en documentos a dos caras) sea suficiente para no estorbar a la encuadernación pero menor que el derecho o exterior, respectivamente.
2. Asimismo, el margen inferior normalmente será algo mayor que el superior.
En ambos casos, «algo mayor» significa unos pocos milímetros, no una diferencia abismal; o, si no queréis hacerlos distintos, al menos hacedlos iguales, no al contrario.
En pantalla puede que parezca una locura, pero, una vez impreso, verás que queda muy agradable a la vista.
Podemos aplicar las mismas normas a los documentos digitales, aunque, en este caso, se suele optar más por los márgenes simétricos.

Consejos sobre formato de párrafos 1: tipografía, alineación, sangrías y espacio interpárrafo

Tanto si lo que vais a presentar es un trabajo académico como si se trata de una novela o de una obra dramática, es importante que tengáis en cuenta algunos criterios estéticos que pueden ayudaros a hacer vuestros textos más fáciles de leer (físicamente):

1. Tipo de letra

Las tipografías suelen dividirse en dos grupos fundamentales: con serifa y sin serifa. Las serifas, para el que no lo sepa, son trazos adicionales que no sirven para identificar el caracter sino para adornarlo. Por ejemplo, la fuente Verdana (arriba) no tiene serifa, mientras que la Times New Roman (abajo) sí la tiene:
En función del soporte en el que vayamos a presentar el texto, elegiremos uno u otro: normalmente, para textos que van a leerse en pantalla se recomiendan las fuentes sin serifa; para textos que vayan a imprimirse, se suelen preferir las que tienen serifa.

2. Alineación

Si hablamos de impresiones en papel, tanto para los textos literarios en prosa como para trabajos académicos y otros documentos, se recomienda siempre justificar los párrafos: da un aspecto mucho más limpio y ordenado, además de permitir ver mejor dónde acaban los párrafos. Dependiendo del ancho de la línea, podrá optarse por dividir las palabras al final de la línea o por dejarlas enteras: la primera opción es más aconsejable para líneas cortas, ya que permite distribuir mejor los caracteres entre las líneas y que la diferencia de espacio entre caracteres no sea tan dispar; si utilizas líneas más largas, probablemente no te haga falta. A la izquierda tenéis un ejemplo de lo que puede pasar con las líneas cortas cuando se justifican.
Para textos electrónicos, no hay un consenso claro, pero se puede establecer un criterio de decisión: si el texto está en un formato como PDF o .doc, que tiene un soporte de tamaño determinado, podemos tratarlo como si fuera impreso; si, por el contrario, es un texto dinámico (como una página web) que se presenta de forma distinta en función del tamaño de la pantalla que lo reproduzca, es más aconsejable dejar la alineación a la izquierda: si justificamos el texto y la pantalla en la que se visualiza es pequeña, podría pasarnos como con la imagen de arriba.

3. Sangrías

La sangría de un texto es la diferencia en el espaciado respecto al margen general del párrafo que se aplica a su primera línea. En función de si se suma o se resta margen, tendremos una sangría normal (1) o francesa (2); la tercera opción es no dejar sangría:

¿Cuál es mejor? Como todo, depende: la tradicional es la que más se suele utilizar en prosa, artículos periodísticos y trabajos académicos, porque permite colocar varios párrafos seguidos sin espacios entre ellos; la sangría francesa suele utilizarse más para obras dramáticas, tal y como vimos en la entrada correspondiente; los párrafos sin sangría se están poniendo de moda en textos administrativos, aunque hay que tener cuidado: nos exigirá utilizar otros recursos para que los párrafos se distingan bien.

4. Espacios entre párrafos

Si ya hemos aplicado sangrías (ya sean normales o francesas), no es necesario poner espacio entre párrafos del mismo tipo; de hecho, queda bastante feo. Si nos hemos decantado por hacer párrafos alemanes, sin sangrías, tal vez deberíamos planteárnoslo. En cualquier caso, nunca deberán ser excesivos (con 6 puntos es suficiente).
Donde sí deberíamos ponerlos siempre es entre párrafos de tipos distintos: entre título y subtítulo, entre párrafo normal y cita, entre título y párrafo normal, etc. En este caso, la medida dependerá del tamaño de las fuentes y de la jerarquía.

¿Qué dicen los escritores sobre la procrastinación y el miedo a la hoja en blanco?

¿No os habéis preguntado nunca cómo se enfrentan escritores conocidos a la procrastinación o al miedo a la hoja en blanco? Hace unos días, la página Writers Write (una interesante web que publica periódicamente artículos sobre escritura creativa, editoriales, estructuración, etc. y que recomendamos mucho a todos los que sepáis inglés) publicó una entrada con las respuestas que daban siete autores a estos temas. Como es un problema al que todos los escritores nos enfrentamos a diario, nos pareció interesante ofreceros aquí una traducción de esas citas, para que veáis que no sois los únicos y que hay soluciones:

Mary Stewart

A veces me siento durante media hora ante una hoja en blanco, deseando levantarme; pero, si escribo algo, aunque sea cutre, eso mantiene los mecanismos engrasados y puedo continuar. Al día siguiente, siempre es mejor de lo que había pensado.
Es importante, cuando nos sentamos a escribir, apagar esa vocecita criticona que nos dice que todo lo que estamos ponemos en el papel o en la pantalla son paparruchas: lo importante es continuar. Por eso, algo en lo que insisten muchos escritores es en que lo más importante es terminar el primer borrador: sólo si lo completamos podremos empezar a cambiarlo; además, con perspectiva lo más probable es que nos encontremos que el texto no tiene tantos fallos como pensábamos.

Grahame Greene

En los periodos en los que no puedo escribir, siempre tengo una libreta junto a la cama. Cuando me despierto de noche después de haber soñado algo, lo anoto enseguida. He descubierto que los sueños son como series y los capítulos a veces se suceden durante semanas, hasta formar un todo.
Los sueños son una buena fuente de inspiración fundamentalmente por dos motivos: el primero, que suelen ser suficientemente disparatados como para constituir buenos puntos de arranque para hacerse preguntas y romper el blanco del papel; el segundo, que están relacionados con cosas que conocemos y, por tanto, nos identificamos más con todo lo que escribimos.

Arthur Kopit

Enciendo una cafetera de dos litros y afilo unos treinta y cinco lapiceros: entonces estoy listo. Tengo que afilar lápices.
Tener un ritual para preparar el escritorio y todo lo que necesitamos puede ayudarnos a entrar en el momento de escribir: esos cinco minutos que dediquemos a traer los diccionarios, poner la música de fondo, colocar la botella de agua y encender nuestro programa favorito (o cualquier otra variación) pueden servir de calentamiento y para centrarnos. Eso sí, hay que tener cuidado con no convertir ese ritual en algo completamente disparatado o demasiado largo, o no servirá para nada. Por ejemplo, no vale incluir «Mirar si tengo notificaciones de Facebook» en la rutina: todos sabemos a dónde lleva eso.

Ralph Fletcher

Los artistas desarrollan un amor por el tacto de sus herramientas, el olor y la textura de la arcilla, la madera o la pintura. Los escritores no son distintos. A los escritores les encantan las palabras y, aunque algunos escritores sienten predilección por un bolígrafo o un procesador de textos específico, las palabras siguen siendo las herramientas más importantes con las que el escritor debe trabajar.
 Esto está relacionado con la cita anterior: está bien tener manías o rituales, pero siempre debemos tener en cuenta que algo puede fallar: nuestra taza favorita puede romperse, el procesador de textos puede caducar y la música borrarse del ordenador; pero eso no significa que no podamos escribir. Por suerte, hoy en día tenemos cientos de maneras y utensilios para escribir.

Stewart Ferris

Los diarios te obligan a escribir todos los días, así que escribe un diario. Una vez que adquieres el hábito de escribir todos los días, te conviertes en escritor. Continúa con ese diario hasta que estés preparado para empezar tu libro.
Muchos autores de NaNoWriMo insisten en esto: antes de empezar a escribir una novela o cualquier proyecto largo, es importante «soltar la mano». Hay quienes dicen que vale con una semana; para otros, menos de seis semanas es poco: en cualquier caso, lo importante es coger carrerilla.

Edwin C. Bliss

Cambia tu actitud hacia la procrastinación y habrás dado un gran paso para superarla. Tu meta es aflojar algunos malos hábitos de sus anclajes y reemplazarlos por otros buenos.
La procrastinación existe y no sólo en la escritura: también a la hora de ponerse a hacer deberes o estudiar cuando estás en el colegio o los sábados cuando no te apetece bajar al supermercado o por salsa de tomate. Todos la sufrimos en algún momento, pero no es inevitable: todo es cuestión de convencerse y localizar cuál es el problema: qué cosas nos hacen procrastinar. Puede que el sitio en el que tienes situado el ordenador no esté bien iluminado, o que no hayas elegido el mejor momento o el mejor tema para escribir, o que la música de fondo te esté distrayendo. Localiza el problema y soluciónalo.

James Herbert

No es bueno buscar consejo y solamente hablar de ello. Tienes que sentarte y resistir.
 El mejor consejo, sin duda. Así que ya sabes: deja de leer este artículo. Cierra el explorador, enciende tu procesador de textos favorito o saca tu cuaderno y ponte a escribir: es la única solución real para la procrastinación.

¿Y vosotros? ¿Tenéis algún truco para combatir la procrastinación o el miedo a la hoja en blanco? Yo, por ejemplo, suelo empezar los cuadernos al revés: los pongo cabeza abajo y empiezo por la última página: lo encuentro menos intimidatorio. ¿Alguien más lo hace?