Somos hijos de
nuestro entorno y, lo queramos o no, no podemos salir fuera de lo que
conocemos. Podemos inventar seres y lugares que no hemos visto, e incluso
generar sucesos históricos que jamás sucedieron, pero si lo pensamos fríamente,
todo tiene una base conocida: nuestros monstruos tienen cabeza, patas, piel,
voz o voluntad; sienten miedo, ira, amor, indiferencia... y es necesario que
sea así. Piensa por un momento que hoy mismo apareciera una novela tan original
que no hubiera en ella nada que nos resultara familiar: sería tan difícil de
entender y tan lejana a nosotros que no podríamos crear lazos afectivos con la
historia y la rechazaríamos. Un ejemplo: ¿os imagináis que tuviérais que
escribir una novela para alguien en cuyo mundo no exista la ley de la gravedad?
Habría que explicar cómo se puede caminar por la calle, por qué se caen las
cosas y hay que agacharse a recogerlas, y la razón por la que nos sentamos para
descansar. Sería tan difícil de escribir como de leer.
La auténtica
originalidad no reside en inventar cosas que no existen, sino en contarlas
desde tus propias circunstancias. Es difícil , por no decir imposible, que haya
otra persona en el mundo que haya leído exactamente los mismos libros que tú,
que tengas las mismas aficiones o que conozca a ese vecino en el que te has
basado para crear a tu villano, así que no te sientas mal por tomar prestados
determinados elementos, solo asegúrate de no abusar siempre de las mismas
fuentes.
Si hay algo que
quieres utilizar para tu novela, escríbelo en un cuaderno, y también de dónde
lo tomas. Cuantas más notas tomes, más original será tu obra: la creatividad no
es otra cosa que un mecanismo de mezclas inusitadas.
Cuando te sientes a escribir, lee todas las ideas que has ido
reuniendo y trata de combinarlas, sin miedo: añade, mezcla, juega todo lo que
puedas. Inevitablemente, el resultado será una suma de cosas que conoces, pero
unidas por ti y tus experiencias, que son absolutamente únicas. Esto es como la
tortilla de patatas: todas llevan huevo y patata, pero la de tu madre es
distinta a todas las demás, ¿cierto? Pues ahora te toca a ti crear tu receta, y
hacer que todo el mundo pueda distinguirla de entre todas las demás.
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