1. ¿Qué quieres transmitir con tu novela?
Si puedes responder a esta pregunta con menos de quince palabras, estarás listo para pasar a la siguiente fase. Si no, piensa detenidamente cuál es el núcleo de tu historia: ¿qué es lo que quieres que quede en la mente del lector cuando acabe de leerla? Ten en cuenta que los nombres de los personajes y lo que les suceda se irá desvaneciendo poco a poco en la memoria de tus lectores: lo único que realmente les quedará serán estas quince palabras, así que piénsalas detenidamente.
2. ¿Qué recursos tienes a tu disposición para desarrollar la idea?
Hay muchísimas formas de reflejas cada conflicto; si no lo creéis, fijaos en la cantidad de obras que se han escrito sobre el amor desde el principio de la literatura. Escoge una que te resulte cómoda (o que te suponga un reto, como quieras). Lo importante es que lo tengas claro desde el principio y que, a no ser que te propongas romper algún marco, sepas qué normas no debes romper. Si te ayuda, puedes echar un vistazo a los artículos sobre géneros narrativos. El género que elijas te dará las claves para configurar tus personajes, escenarios y tramas concretas.
3. ¿Cuál es el conflicto que mejor transmitiría tu mensaje?
El género que hayas escogido ya te dará muchas pistas. Por ejemplo, si has escogido el terror, seguramente te decantarás por un misterio o algo relacionado con un ser terrorífico o un psicópata, por ejemplo; si lo tuyo es la novela negra, el elemento central tendrá que ser una muerte; en una novela fantástica podrás jugar con un escenario más libre o incluso fantástico, etc. El conflicto central de tu novela debe llevar a la reflexión sobre el tema que elegiste en el punto uno, así que tendrás que tener al menos dos posiciones enfrentadas respecto a él (protagonista y antagonista); también es éste el momento de decidir cómo empezará y cómo acabará: de ello depende que la idea se transmita como quieres.
4. ¿Qué personajes representan mejor las partes del conflicto?
En la fase anterior ya decidiste qué posiciones van a tener el protagonista y el antagonista: es hora de darles forma. Lo normal es que el protagonista sea una persona; el antagonista puede ser otra persona, un colectivo, un miedo, una misión... Piensa qué es lo que mejor sirve a tu objetivo. En este paso dotarás a tus personajes principales de sus rasgos principales: pensamiento, conducta y relación entre ellos.
5. El nudo
Ya habíamos fijado el desenlace: ahora tenemos que desarrollar todo lo que pasa antes. Intenta que el conflicto se desarrolle con el menor número de estadios posible: ya habrá tiempo de complicarlo, ahora vamos a lo elemental: sólo lo que sea necesario para transmitir el mensaje central.
Cuando hayas completado estos cinco puntos, tendrás la trama central de tu novela, la que va a llevar el mayor peso y la que deberías desarrollar en un primer borrador. Las tramas secundarias y los elementos adicionales (más nudos, personajes de apoyo, tramas paralelas...) se pueden añadir después: es mucho más fácil añadir escenas y personajes que quitarlos. Además, una vez que tengas esta primera trama desarrollada y escrita, será mucho menos probable que, al añadir algún elemento, cambies algo importante o pierdas de vista el objetivo.
Piensa en el primer borrador como en la carga de tinta de un bolígrafo: puedes escribir sólo con ella. Luego, si quieres, puedes ponerle una cubierta para adornarlo o hacerlo más cómodo. Sin embargo, si te empecinas en un modelo concreto y luego resulta que no hay tintas, la compra no te habrá servido de nada.
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