Reseña: La ciudad de las últimas cosas. Paul Auster

Argumento
Anna Blume viaja en busca de su hermano William a una ciudad desconocida de la que, según dicen, nadie vuelve. Al llegar allí se da cuenta de lo que es realmente aquel lugar: los últimos restos de la raza humana. Toda allí es un caos, y la sociedad parece haber invertido sus valores en aras de la supervivencia. Anna tendrá que hacerse un sitio entre sus habitantes y sufrir las mismas miserias que ellos mientras busca a su hermano, muchas veces casi con la certidumbre de que no ha podido sobrevivir en un entorno tan hostil.
Personajes
Anna Blume: protagonista de la novela. Relata en una carta todo lo que le ha pasado desde que llegó a la ciudad.
William Blumme: hermano de Anna
Samuel Farr: periodista de la misma agencia que William que es enviado a la misma ciudad cuando su jefe considera que éste último no volverá.
Isabel: mujer a la que Anna salva una mañana de ser arrollada por un grupo de corredores suicidas.
Ferdinand: esposo de Isabel
Victoria Woburn: directora de la residencia Woburn, un pequeño complejo donde tratan de mejorar las condiciones de vida de la gente que más lo necesita
Estilo
La novela es una carta que escribe Anna Blume a un antiguo novio suyo. En ella describe, desde su propia experiencia, cómo son las condiciones de vida en la ciudad de las últimas cosas. Todo está contado con un realismo muy crudo, no se deja nada en el tintero: Anna ya ha vivido casi todo lo malo que puede pasar en aquel lugar donde, para sobrevivir, el hombre ha tenido que renunciar a sus valores y a todo rasgo de humanidad que no le sirviera para recolectar más chatarra o robar a los otros lo que no pueda conseguir por sus propios medios. Esa angustia vital se refleja en la lucha de la protagonista por entender lo que la rodea y sobrevivir, pero sin perder los recuerdos de su vida anterior.
En su carta, Anna lanza un grito de auxilio; no quiere sucumbir a un lugar tan despiadado y cruel, ni olvidar todo lo bueno que conoció en el exterior, como les ha pasado a casi todos los ciudadanos, que ya no reconocen palabras o realidades que, antes de llegar a la ciudad no les eran desconocidas. Sin embargo, al mismo tiempo se percibe cierta habituación en ella: lo quiera o no, se ha acostumbrado a vivir en la ciudad de las últimas cosas, a sobrevivir con lo mínimo y defender lo poco que tiene; y, aunque sueña con escapar, su esperanza es simplemente sobrevivir.

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