Hay muchos colores para el humor, y todos ellos pueden hacernos ganar complicidad con nuestros lectores siempre y cuando sepamos gestionarlos. Una sucesión de chistes, aunque sean muy buenos, no conforman una novela, así que antes de empezar a escribir debemos hacernos una serie de preguntas: ¿qué papel cumple el humor en la historia? ¿qué tipo de humor quiero utilizar? ¿de dónde proviene el humor?
En la primera pregunta trataremos de definir qué es exactamente lo que queremos conseguir con el humor: divertir, tratar un tema polémico quitándole un poco de hierro, burlarnos de algo o de alguien... No perdamos de vista que el humor es un caldo de cultivo excelente para la crítica. Una vez que sabemos qué queremos, veamos con qué herramientas contamos: ¿con qué tipo de humor te sientes más cómodo? Lo normal será elegir un único tipo; de otra manera, puede llegar un momento en el que el texto esté sobrecargado de humor sin sentido. Por último, decidiremos cuál será la fuente del humor: puede ser un solo personaje (por ejemplo, el doctor House en la serie House) o el narrador, que empapará más o menos a los personajes (por ejemplo, Guía del autoestopista galáctico, de Adam Douglas).
Para crear situaciones humorísticas tenemos que jugar siempre con la sorpresa y el desconcierto del lector: plantear situaciones que nunca se creyeron posibles y que golpeen de alguna manera la escala de valores o los principios lógicos de la vida normal. Transgredir los principios morales o sociales es relativamente sencillo: sólo necesitamos un personaje que transgreda a propósito alguna convención social (el trato de deferencia a los ancianos, la jerarquía jefe-empleado...) o que tenga una escala de valores distinta al común de los mortales y se empeñe en verla como normal (por ejemplo, que piense que los asesinos son en realidad víctimas de las personas a las que han matado). También podemos trabajar con una percepción distinta de un entorno absolutamente normal (Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza) o cambiar el mundo y dejar que sea el personaje quien conserve la normalidad (Guía del autoestopista galáctico).
El disparate
La sociedad hispana en general está bastante abierta al humor. Sin embargo, hay determinados tipos que gustan menos; éste es el caso del disparate. El disparate es un tipo de humor tradicionalmente anglosajón que, a pesar de que se ha ido extendiendo, aún cuenta con poca aceptación, sobre todo en la literatura para adultos. Alicia en el país de las maravillas es un claro ejemplo: muchas editoriales aún lo clasifican como lectura infantil, ya que a los niños parece gustarles más este tipo de humor, mucho más fácil y entretenido para ellos.
Cualquiera pensaría que éste es precisamente el subgénero del humor más cómodo de escribir: en realidad, sólo hay que inventar situaciones imposibles y narrarlas una tras otra con algún personaje que las una; pero no es así. Detrás del disparate siempre hay una razón, lo que se suele llamar la «lógica del disparate», que hace que todo se una y pueda leerse como una obra con sentido. En el ejemplo de antes, Alicia en el país de las maravillas, por ejemplo, existen una serie de referencias y resortes internos (referencias, reflexiones) que son las que dan el verdadero sentido a la obra y hacen que no sea una simple sucesión de hechos imposibles. Por lo tanto, antes de lanzarnos a escribir cosas imposibles, debemos pensar si existe un motivo que vaya a articular todas las invenciones.
Crear mundos disparatados puede ser tan difícil o tan sencillo como queramos. Entre las técnicas más recomendadas, destacamos una que aparecen en el libro Escribir. Manual de técnicas narrativas de Enrique Páez: «¿Qué pasaría si...?» Sólo con hacernos esta pregunta, podremos empezar a sentar las bases de nuestra lógica disparatada. El disparate vendrá de la pregunta: ¿qué pasaría si el mundo tuviera sólo dos dimensiones? ¿qué pasaría si un día todos nos despertáramos con una tercera pierna? ¿qué pasaría si la Tierra fuera en realidad una casa de alquiler y vinieran a requisárnosla?. A partir de ahí, debemos aplicar sólo la lógica: establecer todas las posibles consecuencias de que la condición de la pregunta se cumpliera. Se trata, en el fondo, de introducir un elemento disparatado hasta el extremo y dejar el resto del mundo normal.
Un humor es un recurso que hay que sólo es válido si sabemos cuál es su fin y que requiere de cierta dosificación. En cierto modo, es parecido a comer bombones o chucherías: aunque nos gusten mucho, si comemos muchos de una vez acabaremos con dolor de estómago; si queremos disfrutarlas será mejor guardarlas para momentos concretos y un poco espaciados.
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