NaNoPrep 4. Planificación de las escenas

Si habéis seguido los pasos que os hemos propuesto hasta ahora, deberíais tener un esquema con los elementos principales de la trama, las fichas de vuestros personajes y una línea temporal general de la historia que queréis escribir este mes de noviembre. Ahora sí, es hora de plantearnos algunas cuestiones estilísticas. En concreto, hoy vamos a elegir el narrador, la estructura temporal de la novela y los rasgos de estilo principales de nuestra novela, que serán muy importantes cuando el martes empecemos a hacer la división de las escenas de la novela.

Narrador

Fundamentalmente, tenemos dos tipos de narradores según su participación en la historia y tres en función de la persona en la que se expresan. Según su participación, los narradores pueden ser participantes (personajes) u observadores (no personajes); según la persona, pueden estar en primera, segunda o tercera, aunque la segunda persona no se utiliza casi nunca. Elegir uno u otro depende de varios factores: el género de la historia, el punto de vista que le queramos dar, la relación que queramos establecer con el lector... Para ayudaros un poco a decidir, os aconsejamos que leáis esta entrada que publicamos hace unos meses: contiene las preguntas y respuestas fundamentales.

Estructura temporal

Fundamentalmente, tenemos tres:
-Lineal: contamos la historia desde el principio hasta el final. Es lo más clásico.
-Vuelta atrás o flashback: contamos la historia en pasado, desde el final o un punto cercano a él. Combina muy bien con los narradores-personaje. Se puede anticipar o no el final. Es muy efectivo porque desde el principio dejamos muchas preguntas abiertas para el lector.
-Inicio in media res: empezaremos a narrar la historia una vez que ya ha comenzado, de tal manera que tendremos que mezclar la narración lineal (del punto que hayamos elegido hacia el final) con referencias o narraciones que aludan a lo que ha pasado anteriormente.
Aparte de estos tres, tenemos las estructuras mixtas, como esos libros en los que se opta por una estructura lineal pero que al principio de cada capítulo contienen pequeños fragmentos del pasado o del futuro de la narración; por ejemplo, lo podemos ver en la saga Príncipe de nada, de R. Scott Bakker.

Estilo

Cuando hablamos del estilo de la novela no nos referimos a la corrección gramatical ni a nuestra forma de escribir como autores, sino a las características que nos va a exigir la novela, es decir, a los parámetros estilísticos que vamos a tener que adoptar para adaptarnos a la historia que queremos contar, al narrador que hemos elegido y a la estructura temporal. Para hacerlo más sencillo, vamos a hacerlo en forma de preguntas:
¿Qué registro es el más adecuado?
Para responder bien a esta pregunta, nos vendrá bien recuperar la hoja de los aspectos generales de la novela, donde escribimos el objetivo que queríamos cumplir con nuestra historia, y tener en cuenta quién es el narrador.
Normalmente, para escribir novelas muy sesudas se utiliza un registro alto y para entretenimiento un medio-alto (aunque, por supuesto, hay excepciones). El narrador, sobre todo si es un personaje, nos dará mucho más juego: si se trata de algún tipo de diario o la novela está formada por cartas, utilizaremos un registro más coloquial; si es un narrador externo, lo más normal es optar por un registro más neutro.
¿Qué tiempo se corresponde más con la estructura temporal que hemos escogido?
El pretérito perfecto simple es el tiempo más utilizado en la narración, sobre todo para narradores en tercera persona, pero también podemos jugar con el presente (sobre todo en el caso de los narradores personajes).
¿Va a predominar la narración o el diálogo?
Casi todas las novelas tienen pasajes narrativos y descriptivos, y diálogos, pero no existe una norma para saber cuál debe ser la proporción entre ambos, sino que depende del narrador y de cuánto peso le queramos dar.
Si tenemos un narrador-personaje en presente o una novela en forma de diarios o cartas, el diálogo, sobre todo largo, resultará menos creíble, porque supondría que nuestro narrador se ha aprendido de memoria una conversación que sólo ha oído una vez; en el resto de casos, la distribución de diálogos y pasajes narrativos será mucho más libre.
Tened en cuenta que el narrador es un intermediario entre los personajes y el lector. Por lo tanto, los diálogos suelen ayudar más a empatizar con los personajes; es aquello que os comentamos siempre de mostrar en lugar de contar: es mucho más efectivo transcribir la pelea de dos personajes que decir que se llevan mal, porque el lector lo ve. No obstante, también es cierto que abusar de los diálogos tampoco es la solución: una cosa es una novela y otra una obra de teatro, así que lo ideal es encontrar nuestro propio equilibrio.

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